To Ceci and Angus, on their very special Wedding day:
Ahora demos nuestra atenciĂłn al intercambio de votos matrimoniales, un sĂmbolo que demuestra los actos de dar y recibir que son tan necesarios en el matrimonio. Es un gran privilegio el compartir con ustedes unos breves pensamientos en este dĂa tan especial: espero que estas palabras los alienten a profundizar tanto en el amor el uno al otro, como en la fe en Dios, quien es el autor del amor.
Voy a empezar con la afirmaciĂłn que el matrimonio es importante, el matrimonio es bueno. De hecho, la historia empezĂł con una boda: la boda de AdĂ n y Eva, quienes fueron creados a la imagen de Dios (GĂ©nesis 1:27), y que fueron unidos “en una sola carne” (GĂ©nesis 2:24) en el JardĂn del EdĂ©n.
Y la historia también concluirå con una boda: el gran banquete de celebración que estå por venir, cuando Dios serå reunido con la humanidad, es decir, cuando Cristo serå unido a su pueblo por toda la eternidad (Apocalipsis 21:1-4).
Por tanto, la historia empieza y termina con una boda: el matrimonio forma parte de los buenos propĂłsitos de Dios para la creaciĂłn.
Pero, nosotros ya no vivimos en el jardĂn de EdĂ©n: vivimos en un mundo lleno de sueños rotos! CĂłmo es que esta bella pareja podrĂĄ mantenerse fiel y enamorada en medio de tanta confusiĂłn y fragmentaciĂłn?
Estas son buenas preguntas, y considero que la boda en Canå (Juan 2:1-11) señala a una respuesta firme.
Lo que es mĂĄs significativo acerca de la boda en CanĂĄ es que ahĂ JesĂșs revela su identidad como aquel que serĂĄ capaz de lidiar con los destrozos de este mundo. Es el quien podrĂĄ superar los resultados caĂłticos del pecado humano.
Al fin y al cabo todo gira alrededor de la fidelidad, el perdĂłn y el amor de Dios: el pecado nos separa de Dios, quiebra nuestras amistades, e incluso se manifiesta en la manera brutal en la que tratamos al mundo en el que vivimos.
Y aĂșn a pesar del pecado, Dios nunca nos dio la espalda: el siempre nos ha vuelto a invitar a estar en comuniĂłn, y continua invitĂĄndonos hoy.
La culminaciĂłn de su compromiso y pacto con nosotros es Cristo JesĂșs, cuyo cuerpo fue herido, “por la vida [misma] del mundo” (6:51).
El vino alegra el corazĂłn (Salmos 104:15), muy cierto, pero esta alegrĂa es vacĂa y no dura, asĂ como el vino se acabĂł en la boda en CanĂĄ (11:2). Y de hecho aquellas cosas con las que el mundo nos tienta - fama, riqueza, seguridad, poder y placer—todo esto tambiĂ©n pasa, al final estos “vinos” no nos satisfacen.
Sin embargo Cristo es el vino nuevo, la vid verdadera (15:1) quien ofrece vida abundante (10:10), cuya pasiĂłn abriĂł las puertas del cielo: el serĂĄ el novio en el banquete celestial al cual todos estamos invitados. Esta es la gloria de JesĂșs revelada en la boda en CanĂĄ, “y sus discĂpulos pusieron su fe en el” (2:11).
AsĂ que Angus y Cecilia, ustedes enfrentaran frustraciones en su nueva vida juntos – tentaciĂłn, enojo, incluso soledad – y necesitarĂĄn tomar fuerza y aliento uno del otro, y de sus familias y amigos.
Pero sobre todo, necesitaran enfocar los ojos de sus corazones y sus mentes en Dios, en Cristo: Su lealtad, su perdĂłn, y sobre todo, su interminable amor, son la prueba de su fiel carĂĄcter.
Esencialmente, esto es a lo que apuntan los votos matrimoniales: a que se comprometen a compartir el uno con el otro la fidelidad, la gracia, y la caridad que recibieron de Dios.
Gracias sea a Dios, y alabado sea su Nombre!